jueves, 28 de abril de 2011

La mesa está servida

Nuestro equipo de trabajo no es un conjunto de mozos al que le ordenamos la cena a voluntad y ellos nos sirven.
Resulta mas efectivo, enriquecedor, posible, que el líder sea quien sirva a sus dirigidos. Los nutra, los estimule, los guíe, les facilite el trabajo, le de las herramientas para mejorar y explotar su potencial.
Ordenar es fácil, dirigir es más complejo. Porque para saber direccionar a un dirigido hay que saber donde se encuentra, en qué momento, en qué lugar, en qué condición para marcarle la ruta al objetivo y a lo más importante, a su realización personal.
La vida es dinámica y los cambios personales de cada ser humano pueden en distintas etapas servir como increíbles aceleradores o inexorables frenos. La llegada de un hijo, por ejemplo, a la familia de un dirigido cambia todo, hasta sus conceptos del Mundo, de su futuro, de lo que espera para sí.
Si marcamos una consigna debemos saber qué posibilidades tiene el dirigido para cumplirlas y qué herramientas para realizarla con éxito. Cuando trazamos objetivos inalcanzables, no estimulamos, provocamos desazón. Siempre con pequeños pasos, con pequeños mojones en una meta a proyección, leyendo los puntos transitados.
Cada individuo tiene una lectura especial y un oído afinado para procesar con mayor facilidad ciertas palabras que otras. Lo que suene mal o sea malinterpretado jugará en contra de todas las sugerencia que podamos hacerle. Las mismas palabras dichas a uno surten un efecto contrario en otro.