sábado, 17 de diciembre de 2011

Apariencias y malas impresiones


Subió al autobús antes que yo, llevando una especie de carrito con muchos elementos que había juntado en la calle y lo apoyó en uno de los escalones impidiendo el ascenso del resto. Luego sacó boleto con monedas y la máquina no le entregó su vuelto. Se quejó. El chofer le dio dos puñetazos a la máquina expendedora que hubiesen derribado a Tyson y la moneda de 25 centavos salió disparada a su mano. Se fue a sentar al fondo. Yo me ubiqué un par de asientos adelante. Escuché que me decía "En este país se siguen arreglando las cosas a los golpes". Y la frase sirvió de introducción para otra charla sobre las tarjetas digitales con que se abona el transporte. "No hay boleto. Si hay un accidente cuál es el comprobante que uno viajó en este colectivo para el seguro?"
Y desde  allí con un vocabulario muy limitado opinó de todo lo que se le cruzaba por la mente.
"Con esto se puede saber todo, donde estamos y a qué hora. Las tarjetas monedero son personales. Nos pueden controlar muy fácil"
Si hubiese querido entrar a cualquiera de los restaurantes por los que pasamos, su apariencia hubiese sido un impedimento. Sin embargo, al hablar, con muy poca formación, demostraba una mente ágil, fértil para el aprendizaje, uno de esos casos donde la falta de posibilidades impide a cierta gente competir por un lugar mejor.
Hace  unos años aprendí a desestimar las apariencias en las entrevistas. Algo que me sirvió para una selección de personal en Mar del Plata hace un año cuando entrevisté a un joven totalmente desaliñado, despeinado, con la  ropa arrugada. Como la charla fue buena, le aconsejé hacer el esfuerzo de arreglarse  un poco antes de una entrevista de trabajo. Me respondió. "Estoy durmiendo casi en la calle. Vine a Mar del Plata para poder estudiar y con la muerte de mi padre tuve que modificar mis planes. Trabajo todo el día tirando cables para una empresa de televisión de la zona."
Hace muy poco, una integrante de mi equipo de trabajo, destacada por un informe preciso y muy bien elaborado de su gestión en una cuenta sobre la que es responsable, respondió en una tarea colectiva que ella sabía de qué se trataba ser valorada en un empleo, que era la primera vez que le sucedía. Porque hablaba con conocimiento de causa luego de haber sido mucama, cartonera, moza de bar, etc. Esos antecedentes no entran en un Cv, no forman parte de sus cualidades para los habituales selectores de personal. Para mi son claves. Forman parte de la lectura que subyace en las presentaciones y los formalismos. Habla de su empuje, de su fuerza personal, de su actitud de mejora.
Viajé en el tiempo a una de mis primeras entrevistas cuando trabajaba para Edding. Se presentó un hombre mayor de saco y corbata pero el cabello parecía recién salido de una centrifugadora y estaba sin afeitar. Mientras charlábamos habló de una vida poco exitosa para los cánones comerciales y lo que se estipula como éxito. Vino en estado de desesperación por conseguir el empleo, pero sabiendo que su edad lo dejaba fuera de competencia. Supe inmediatamente que respondería a los estímulos de sus pequeños logros. A los pocos meses se convirtió en una figura importante dentro de mi equipo.
Sino escuchamos con atención, si nos quedamos con la primera impresión de la gente, no cumplimos nuestra misión como lìderes. Nos quedamos en promesas. Somos también nosotros tipos buenos solo para una primera impresión.