Suelo
discutir con algunos amigos sobre la importancia de los líderes en todo
emprendimiento, no como iluminados, ni conductores, ni expertos, ni sabiondos
de todas las disciplinas.
Hablo
de esos tipos que ayudan a que otros enciendan sus motores y tomen un camino
distinto al que la sociedad le ha prefijado.
Hablo
de los que contribuyen con un poco de
atención, con otro poco de tiempo, con otro poco de entusiasmo y sumando esos
pocos, transforman.
Un
amigo me contaba que llevó a un grupo de trombonistas a dar un taller gratuito
en a chicos de la periferia de Bariloche, a niños marginados de la educación
musical, porque claro, antes hay otras prioridades.
Los
tipos venían de tocar en Nueva York y dieron un taller haciendo que los chicos
practicaran con los instrumentos cosas básicas. Uno de ellos, les habló después. Les dijo: “Yo era como
ustedes. Andaba descalzo, en casa había muy poco para comer. La música me
salvó. Vengo de tocar en Nueva York. Jamás hubiese soñado eso cuando tenía la
edad de ustedes”.
Eran
12 chicos escuchándolo. En cuántos puede abrir prendido la idea, ¿en uno, en
dos, en tres? Recordemos, sin ese encuentro estábamos en cero.
Y
los instrumentos, y la adversidad y los lugares para dar clase como corresponde
y… Cuando hay líderes, no hay excusas.
Son
once minutos. Once minutos de emoción.
Hacía
rato que no publicaba nada en este blog.
Que
lo disfruten tanto o más que yo.
Molo querido,,,,gracias,,gracias,,gracias una y mil veces acercando palabras, o hechos como éstos, cuando las cosas se hacen con el corazón,,, cobran alma y vida
ResponderEliminarGracias Fer. Creo en esto. Creo como se cree en uno mismo. Te mando un abrazo
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