martes, 29 de abril de 2014

Las locomotoras y la gente


Las personas y las locomotoras se parecen en varios puntos.

Las personas cuando toman impulso en un trabajo, ritmo, sincronización con el resto de la compañía, son imparables como un tren carguero.

Las locomotoras son difíciles de detener cuando han adquirido velocidad. La inercia es un valor agregado a la fuerza de su motor.

Cuando una persona toma distancia por distintos motivos con su puesto de trabajo, ya sea una larga convalecencia, un parto, una licencia especial, cuando regresa, se enfrenta a la misma inercia que las locomotoras cuando se detienen en una estación. Uno escucha en un tren detenido el enorme esfuerzo que hace el motor por volver a poner la formación en movimiento. Y no sirve de mucho empujarlas.

Según Freud, el ser humano alcanza la plenitud apoyado en dos ejes. El amor y el trabajo. Si tomáramos esto como dos rieles donde la locomotora se apoya para su tránsito, diríamos que si alguno de los dos está flojo, la formación corre riesgo de descarrilamiento. La vida personal afecta la laboral y viceversa. Mucha gente lleva de un campo al otro lo que le sucede. Es difícil desprenderse de las cosas que ocurren, apagar el switch, desconectar.

No hay fórmulas para atravesar estos momentos. Cada persona es única y no se puede aplicar un A + B para obtener C. Cada universo tiene su propia manera de expandirse, desenvolverse, crecer.

Solo se puede estar atentos a estos cambios, al tránsito de un estado a otro, a acompañar el proceso, como se acompaña una adaptación o una curva de aprendizaje.
Escuchar y tratar de entender es parte del trabajo.